5 de noviembre, 2020 | Usuario Radiotele | Radio Tele
Según información del portal lavanguardia.com, por si alguien tenía dudas, Donald Trump no es flor de un día ni fruto de un arrebato de tipos rudos y desafectos con las élites. Todo apunta a que en esta tormenta, su influencia no es un trastorno social transitorio. Gane o pierda, cosa que, según parece, acabará en litigio, Trump ha demostrado que era mucho más que un efecto repudio aHillary Clintonen el 2016.
Su comportamiento en las urnas este 3 de noviembre pone en evidencia
que su durabilidad se fundamenta en un apoyo entusiasta de amplias franjas de
Estados Unidos. A partir de los sondeos a la salida de los colegios
electorales, sus seguidores indicaron de forma mayoritaria que acudieron a
votarle en apoyo a su gestión y no en contra de Joe Biden.
Siguen comprando ese mensaje disruptivo del 2016 de secar la ciénaga
de Washington –incluso después de un mandato en el Gobierno– o de aniquilar
todas las regulaciones, en especial las medioambientales.
Este 3 de noviembre se produjo un récord de participación, más de
160 millones de votantes (66,9%), la cifra más alta desde 1900. Al abrise las
urnas, había 230.000 estadounidenses muertos por la pandemia. Y pese a esta
circunstancia, el presidente pescó tres millones más de sufragios (66,8%) que
hace cuatro años. Esto no impide que continúe a la cola en voto popular,
rezagado en casi tres millones de papeletas respecto a Biden. En caso de ganar
Trump, sería la tercera vez en dos décadas en que la opinión de la mayoría se
ve frustrada por el diseño electoral, que privilegia a estado menos poblados.
En la zozobra de las horas iniciales de recuento, cuando parecía que
todo estaba acabado para Biden con las pérdidas de Florida y Ohio,
hubo alguna voz demócrata en la fiesta convocada en Wilmingon, hogar del ex vicepresidente, que expresó una queja de
fondo. “Trump ha sabido insuflar energía en los suyos, más allá de lo que
llamamos sus bases”, se lamentó uno de los invitados. Luego, al ver que Biden
resistía, hizo borrón y cuenta nueva.
“Donald Trump nunca se irá en realidad, incluso si rotundamente
perdió en este martes. No el 4 de noviembre, no el 20 de enero (jura del nuevo
presidente), no cuando muera, no en cien años. Bien puede ser lo que más
recuerden de nuestra era las generaciones futuras. No por lo que haya
conseguido, sino porque la historia de un rey loco es un cuento inmortal”,
escribe Thomas Wright de la Brookings Institution, en un artículo de The
Atlantic.