20 de febrero, 2019 | Itzel Ruiz | Radio Tele
(EFE).- Un gran Atlético de Madrid, agigantado ante un desafío enorme, anuló y devoró este miércoles al Juventus en el partido de ida de los octavos de final de la Liga de Campeones, disparado hacia el duelo de vuelta en Turín por los goles de los uruguayos José María Giménez y Diego Godín y un sensacional 2-0.
Ganó con indiscutible merecimiento, no recibió ningún tanto en contra y llegará al Juventus Stadium con dos goles de ventaja. Un plan y un desenlace perfecto para un equipo que quiere la Liga de Campeones, que no entiende de favoritos, que fue capaz de dejar en prácticamente nada a un rival de tal talla y a Cristiano Ronaldo.
Y pese al VAR. De estreno en los octavos de final del torneo de los torneos, sin él la ventaja habría sido incluso mayor para el conjunto rojiblanco, frustrado por un tanto anulado a Álvaro Morata, concedido primero por el árbitro, antes de visionar de nuevo la jugada. Ni siquiera eso le hizo decaer. Luego logró los dos goles.
Cada nuevo estadio necesita sus historias; momentos imborrables que transcienden el tiempo. En ello está el Wanda Metropolitano, que ya disfrutó con las semifinales de la Liga Europa ante el Arsenal y que ahora quiere más. Mucho más. Ya tiene una noche de Champions vibrante, pero aún queda completarla el 12 de marzo en Turín.
No hay matices en la competitividad del Atlético. Tampoco en Diego Costa. Un “guerrero”, como lo calificó Simeone, pero también mucho más. El pasado sábado reapareció dos meses y diez días después de una lesión; este miércoles irrumpió en el once con la voracidad, la fuerza y la pasión que le hacen temible para cualquier oponente.
El 19 rojiblanco fue el elegido para un partido de alto voltaje por Morata. También fue el faro sobre el que entendió el Atlético el origen de su partido; primero para desprenderse de la presión del Juventus, al ritmo ofensivo de la movilidad de Cristiano Ronaldo, que exigió de inmediato una parada de Oblak, y luego para responder.
Porque el Atlético surgió con potencia desde entonces. Diego Costa “aún no está para aguantar 90 minutos” -aguantó 57- cuando fue reemplazado por Morata, y se cayó de la vuelta por una amarilla que nada tuvo que ver con el juego -por adelantarse en la barrera- pero cada batalla por el balón fue suya. Por arriba, por abajo, contra Chiellini, contra Bonucci y contra De Sciglio, que lo derribó al límite del área. El árbitro señaló penalti; el VAR le rectificó.
No encontró el gol el Atlético entonces, al borde de la media hora, negado por Wojcieh Szczesny a Griezmann, como antes lo había hecho en un derechazo de Thomas o como había ocurrido antes en el otro área, con Oblak a sendos tiros de Cristiano o Dybala, pero se sentía tan cerca del 1-0 o más que un rival decaído en ataque.
Cuando el partido enfiló el descanso, había domado esa Juventus que entró en escena en campo contrario, con desborde y con constancia, apagada en cuanto el Atlético ajustó su presión y su colocación, en cuanto afianzó su defensa -el partido de Godín fue magnífico-, en cuanto se apropió de las segundas jugadas, en cuanto encontró precisión al contragolpe y en cuanto halló a Diego Costa.
Aún necesitaba a Griezmann, el hombre más determinante del Atlético. Había dejado detalles en todo el primer tiempo, pero cuando de verdad apareció fue a la vuelta del vestuario, primero para dejar solo a Diego Costa, que falló una ocasión que nunca falla, y después para poner una vaselina que parecía gol salvo para Szczesny. La tocó lo justo. El larguero hizo el resto.
Al borde de la hora de partido, era el momento de la segunda parte del plan: Morata por Diego Costa, primero; Lemar por Thomas, después. El objetivo era transformar en el marcador un partido que sobre el terreno era suyo, mejor en cada sector que su adversario, pero sin el gol que marca la diferencia en un duelo de tal magnitud.
Lo logró el Atlético, con un sensacional testarazo de Morata en un estupendo pase de Filipe… Pero lo frustró el VAR. Después de que el árbitro hubiera señalado el gol llegó la pertinente comunicación entre minutos de tensa espera. No se lo aclaró al colegiado, que observó de nuevo la jugada. Y lo anuló.
¿Hubo empujón sobre Chiellini en el remate? Sí ¿Fue con tanta fuerza como aparentó la caída del central turinés? Ahí reside la duda de un gol que sin VAR habría subido al marcador, que alimentó la polémica de un duelo que ya sin discusión era del Atlético, que insistió e insistió hasta que logró lo que tanto buscaba: el 1-0.
Siete minutos después, cuando una serie de rebotes después de un saque de esquina le quedaron al alcance de Giménez, que se lanzó con el alma para remachar el gol del Atlético, merecido sin duda, para desatar la fiesta en el Metropolitano, agrandada instantes después, cuando Godín, impecable todo el duelo, culminó la apoteosis: el 2-0.
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