4 de julio, 2018 | Rossana Solorzano | Radio Tele
La teoría de la relatividad general de Albert Einstein se ha sometido a la prueba más rigurosa hasta la fecha y la ha aprobado holgadamente. Una investigación internacional liderada por el Instituto de Astronomía Anton Pannekoek de la Universidad de Amsterdam (Holanda) ha demostrado que el principio de equivalencia, que sostiene que todos los cuerpos en un mismo campo gravitatorio caen con la misma aceleración, se cumple también en las condiciones de fuerte gravedad de un sistema formado por tres cadáveres de estrellas: un púlsar y dos enanas blancas. Los resultados se publican hoy en la revista Nature .
El principio de equivalencia es la base de la teoría de la relatividad general de Einstein, que propone que la gravedad no es una fuerza que actúa sobre cada objeto de forma independiente, sino una deformación del propio tejido del espacio-tiempo.
En realidad, el principio de equivalencia se conoce desde hace siglos. Galileo Galilei ya lo puso a prueba tirando esferas de distintas masas desde lo alto de la torre de Pisa, en Italia, según algunas versiones de la historia. Y, ya que todas las esferas se hallaban bajo la influencia del mismo campo gravitatorio, el de la Tierra, todas tardaron el mismo tiempo en llegar al suelo.
En 1971, el principio superó otro test en la Luna, cuando el astronauta David Scott, de la misión Apolo 15, dejó caer a la vez y desde la misma altura un martillo y una pluma de halcón sobre la superficie del satélite. En ausencia de aire, y por lo tanto de fricción, la aceleración de ambos cuerpos dependía exclusivamente de la gravedad lunar. Y, como se esperaba, la pluma y el martillo tocaron a la vez el suelo de la Luna.
El nuevo test del principio de equivalencia ha utilizado el exótico sistema triple ASR J0337+1715, a 4.200 años luz de la Tierra. En su centro habita un púlsar: un tipo de estrella de neutrones –los objetos más densos del Universo– que emite un rayo de ondas de radio mientras rota. El resultado es una especie de faro estelar que ilumina la Tierra periódicamente, con una regularidad matemática. Pero si el púlsar se mueve, por culpa de la influencia gravitatoria de otros astros, la regularidad se altera. Los astrónomos son capaces de medir el movimiento del púlsar y de los cuerpos que rotan con él a través de estas irregularidades.